martes, 27 de octubre de 2009

EL DIOS EGO DE UN INDIVIDUO

SE MANIFIESTA DE LA SIGUIENTE FORMA:

El ego se manifiesta de muchas maneras en nuestra vida pero queremos notar sólo algunas de ellas.

El ego tiende a querer dominar la conversación cuando estamos hablando con otra persona. La conversación gira alrededor de sí mismo; lo que yo he hecho, lo que puedo hacer, o lo que pienso, es decir, mi mundo.

Cuando la otra persona trata de meter sus ideas, yo la interrumpo y sigo hablando de mis logros e ideas.

El ego piensa en sí mismo.

No tiene tiempo para otros.

El ego también se manifiesta cuando yo me enojo o me impaciento con otras personas por cualquier cosa.

Fácilmente me irrito y siento que están abusando de mis derechos.

Eso no complace al ego, sino que me molesta y me irrita.

El ego se muestra cuando no acepto el consejo o la corrección que otra persona me quiere dar, y cuando no me gusta que otros se metan en mi vida.

El ego es autosuficiente y no desea que otros interfieran con su agenda.

El ego también se manifiesta en el hecho de que no puedo perdonar a otro por algún mal que me ha hecho.

En lugar de perdonar, el ego guarda rencor por muchos años, a veces por toda la vida, y piensa que está haciéndole un mal al otro en retribución por lo que el otro hizo.

El ego no sabe que el daño mayor se lo está haciendo a sí mismo.

Por debajo de todo complejo de inferioridad yace un profundo complejo de superioridad. Pero lo opuesto también es cierto: cuanto más grande es el ego, mayores serán los temores y problemas de la persona.

Cuanto más experimenta la persona su propio ser y llena su mente con sus propios sentimientos y autoimagen, mas intimidatorio es todo aquello que represente una amenaza potencial a la perfección de su auto percepción.

Más todavía, el ego genera deseos egoistas.

Cuanto más grande se siente la persona, tanto más siente que merece, por lo que más agraviado se va a sentir frente a la falta de cualquier cosa a la que se siente merecedor.

La dicotomía entre lo que tiene y lo que siente que debería tener lo molesta contínuamente. El ego entonces atrapa a la persona en un espiral de ansiedad que se autoperpetua y aumenta. A medida que su ego crece así aumentan sus problemas, y cuanto más se agravan su ego crece consecuentemente.

Signos de que te domina el ego

* Pedir reconocimiento por alguna cosa que has hecho y enfadarte o preocuparte si no lo obtienes Reaccionar con ira contra una situación o una persona A la inmensa mayoría de las personas no les (nos) interesa "lo que es", sino "cómo se ven" o, qué calidad de imagen proyecta. Les interesa la imagen más que la objetividad. Y así, el hombre de la sociedad se lanza a participar en esa carrera de las apariencias, en el típico afán de 'quién engaña a quién', de cómo lograr mejor impresión. El mundo es un inmenso estadio en el que "el orgullo de la vida" juega un gran match de las etiquetas, formas sociales y exhibiciones económicas para competir por la imagen social, un combate en el que a los seres humanos no les interesa ser, sino parecer. En esencia, el ego, la idea de uno mismo, la máscara, el papel que estamos desempeñando; supone una forma distorsionada de afirmar y vivir la existencia. A esta máscara social (el ego) le gusta la aprobación, quiere controlar situaciones y personas, y se apoya en el poder porque vive en el temor. La persona tímida que teme despertar la atención de los demás no carece de ego. Tiene un ego ambivalente que teme y a la vez desea la atención de los demás. El temor es que la atención adopte la forma de desaprobación o crítica, es decir, algo que menoscabe su sentido de ser en lugar de engrandecerlo. Así, el temor de recibir atención es mayor que la necesidad de tenerla. La timidez suele ir de la mano con un concepto negativo de uno mismo, la idea de ser inadecuado. Toda noción conceptual del ser (verme a mi mismo de tal o cual manera) es ego, trátese de un concepto predominantemente positivo (soy el mejor) o negativo (no sirvo para nada). Detrás de todo concepto positivo de uno mismo está el temor de no ser lo suficientemente bueno. Detrás de todo concepto negativo de uno mismo se oculta el deseo de ser el mejor de todos, o mejor que los demás. Detrás de la sensación de superioridad del ego seguro de sí mismo y de la necesidad de conservar esa superioridad, está el temor inconsciente a la inferioridad. Y al revés, el ego tímido que se siente inferior, tiene un fuerte deseo oculto de ser superior. Muchas personas fluctúan entre la sensación de inferioridad y de superioridad, dependiendo de las situaciones o de las personas con quienes entran en contacto. Lo único que usted necesita saber y observar en usted mismo es lo siguiente: cada vez que se sienta superior o inferior a alguien, es problema de su ego. Algunos egos, cuando no logran despertar alabanzas y admiración, se contentan con otras formas de atención y representan los personajes necesarios para obtenerlas. Algunos niños lo hacen. Se comportan mal para atraer la atención. La representación de papeles negativos adquiere fuerza especialmente cuando el ego se amplifica a causa de un cuerpo de del dolor activo, es decir, por el sufrimiento emocional del pasado que desea renovarse sintiendo más dolor. Generalmente felicito a las personas que me dicen, "Ya no sé ni quién soy». Me miran perplejas y preguntan, «¿acaso está diciendo que es bueno estar confundido?" Entonces les pido que lo investiguen. ¿Qué significa estar confundido? "No saber" no es confusión. La confusión es: "no sé, pero debería saber" o "no sé, pero necesito saber". ¿Es posible deshacerse de la idea de que uno debe o necesita saber quién es? En otras palabras, ¿es posible dejar de buscar definiciones conceptuales para sentir que somos? ¿Es posible dejar de buscar una identidad en el pensamiento? ¿Qué le pasa a la confusión cuando nos deshacemos de la idea de que debemos o necesitamos saber quiénes somos? esaparece súbitamente. Cuando aceptamos plenamente que no sabemos, entramos en un estado de paz y claridad más parecido a lo que somos realmente de lo que podría ser el pensamiento. Definirse a través del pensamiento es limitarse a sí mismo. Claro está que en este mundo las personas inteligentes cumplen diferentes funciones. No podría ser de otra manera. En lo que respecta a las habilidades intelectuales o físicas como el conocimiento, las destrezas, los talentos y los niveles de energía, hay una gran variedad entre los seres humanos. Lo que realmente importa no es la función que cumplimos en este mundo, sino si nos identificamos hasta tal punto con esa función que ella se apodera de nosotros y se convierte en el personaje de un drama que representamos. Cuando representamos personajes estamos inconscientes. Cuando reconocemos que estamos representando un personaje, ese simple reconocimiento crea una separación entre nosotros y el personaje. Es el comienzo de la liberación. Cuando estamos completamente identificados con un personaje, confundimos un patrón de comportamiento con nuestra verdadera esencia y nos tomamos muy en serio. También asignamos inmediatamente otros papeles a los demás para que concuerden con nuestro personaje. Por ejemplo, cuando visitamos a un médico que está completamente identificado con su personaje, no somos para él un ser humano sino un paciente o un caso.

Cuando estamos lo suficientemente despiertos y conscientes para observar nuestras interacciones con los demás, podemos detectar cambios sutiles en nuestra forma de hablar, nuestra actitud y nuestro comportamiento, dependiendo de la persona a quien tengamos al frente.

Al principio puede ser más fácil observar estos cambios en otras personas, pero posteriormente podremos detectarlos en nosotros mismos.

La forma como nos dirigimos al presidente de la compañía puede tener diferencias sutiles con la forma como hablamos con el portero.

Podemos hablar de manera diferente con un adulto que con un niño. ¡Por qué? Porque representamos distintos personajes.

No somos nosotros mismos ni cuando nos dirigimos al presidente, o al portero o al niño.

Cuando entramos en un almacén para comprar algo, cuando salimos a un restaurante, al banco, a la oficina de correos, representamos unos papeles sociales predeterminados.

Nos convertimos en clientes, y hablamos y actuamos como tales.

Y recibimos tratamiento de clientes de parte del vendedor o del mesero, quien también estará representando su personaje.

Hay una serie de patrones de comportamiento condicionado que entran en juego entre dos seres humanos y determinan la naturaleza de su interacción.

En lugar de que la interacción ocurra entre dos personas, ocurre entre dos imágenes conceptuales. Mientras más identificadas estén las personas con sus personajes respectivos, más falsa es su relación.

Tenemos una imagen mental no solamente de la otra persona, sino de nosotros mismos, especialmente con respecto a la relación particular entre las dos.

Por tanto, no soy yo quien me relaciono con la persona, sino que mi idea de lo que soy yo se relaciona con mi idea de lo que es la otra persona, y viceversa.

La imagen conceptual que la mente fabrica de nosotros mismos se relaciona con su propia creación, es decir, la imagen conceptual fabricada acerca de la otra persona.

Lo más probable es que la mente de la otra persona haya hecho lo mismo, de tal manera que todas las interacciones egotistas entre dos personas en realidad son interacciones entre cuatro identidades conceptuales fabricadas por la mente, las cuales, en últimas, son ficticias.

Por consiguiente, no sorprende que las relaciones estén plagadas de conflicto.

No hay una relación verdadera.

LA FELICIDAD VERDADERA

"¿Cómo estás?" "Muy bien, no podría estar mejor". ¿Falso o verdadero?

En muchos casos, la felicidad es un papel que representamos mientras que detrás de la fachada feliz hay una gran cantidad de sufrimiento.

La depresión, las crisis y las reacciones exageradas son comunes cuando la infelicidad se oculta detrás de un rostro sonriente y unos dientes blancos, cuando nos obstinamos en no reconocer esa enorme infelicidad.

"Estoy bien" es un papel que el ego suele representar más en los Estados Unidos que en otros países en donde ser y parecer desgraciado es casi la norma y, por consiguiente, más aceptable socialmente.

Quizás exagere, pero me dicen que en la capital de uno de los países nórdicos puede uno correr el riesgo de ir a la cárcel acusado de ebriedad por el simple hecho de sonreírles a los desconocidos en la calle.

Si nos sentimos infelices, lo primero que debemos reconocer es esa infelicidad que llevamos dentro.

Pero no es cuestión de decir, "Soy infeliz", porque la infelicidad no tiene nada que ver con nuestra esencia. Debemos decir, "Hay infelicidad en mi", y luego proceder a investigarla.

Es probable que una situación determinada que estemos viviendo tenga relación con la infelicidad.

Quizás sea necesario tomar medidas para modificar la situación o apartarse de ella.

Si no hay nada qué hacer, es preciso enfrentar la situación y decir, "Bueno, así son las cosas en este momento.

Puedo aceptarlas o sentirme desgraciado".

Nunca es la situación la causa principal de la infelicidad, sino lo que pensamos de ella.

Debemos tomar conciencia de nuestros pensamientos y separarlos de la situación, la cual siempre es normal y siempre es como es.

Por un lado está la situación o el hecho, y por el otro está lo que pensamos sobre ellos.

En lugar de inventar historias, debemos atenernos a los hechos.

Un ejemplo de una historia es "Estoy arruinado", la cual limita y nos impide tomar medidas eficaces. "Me quedan cincuenta centavos en mi cuenta del banco" es un hecho.

Adquirimos poder cuando enfrentamos los hechos.

Debemos reconocer que las emociones que sentimos se derivan en gran medida de las cosas que pensamos.

Debemos ver la conexión entre los pensamientos y las emociones.

En lugar de ser pensamiento y emoción, debemos ser la conciencia que los observa.

No debemos buscar la felicidad puesto que no la encontraremos.

La búsqueda es la antítesis de la felicidad.

La felicidad es evasiva, mientras que podemos liberarnos ya mismo de nuestra infelicidad enfrentándola como es, en lugar de inventar historias sobre ella.

La infelicidad opaca nuestro estado natural de bienestar y paz interior, fuentes reales de la verdadera felicidad.

La auténtica libertad no necesita nada para demostrar su existencia. Sólo siendo auténticamente libre podrá amar, porque no existe amor sin libertad. La falsa libertad exige que tenga a la mano algo que dé fe de su existencia.

El protagonismo es la cara externa del ego, que busca subsistir a toda costa, creando mecanismos de defensa: 1) Se apega a los roles, pero no a las ideas. De esa manera, no se aferra a los afectos. Pero, por otro lado, hace que la persona sufra de trastornos obsesivos. 2) Los conflictos producidos por los engramas, como la ansiedad, los condicionamientos, la baja estima y los impulsos que son reprimidos, el ego los transforma en síntomas somáticos que afectan el sistema nervioso. Esta es otra de las facetas del rol de víctima. 3) Desplaza las emociones originales para no debilitarse y las transfiere de la persona original a otro sustituto más aceptable. Este comportamiento, la psicología freudiana lo toma como fobia. 4) A veces, la mente reactiva, obliga al sujeto a adoptar actitudes concretas, ideas y afectos opuestos a los que tiene. 5) El ego logra que la persona se identifique con sujetos como si fueran un espejo, adoptando patrones individuales que imitan a los de otro individuo admirado. 6) Lo que la persona rechaza en uno mismo, lo que no termina de aceptar en su propio ser, lo rechaza incons- cientemente y lo atribuye a otros seres de su entorno. La psicología freudiana lo denomina Proyección y explica así que los propios anhelos, deseos o temores, son desplazados hacia otras personas. 7) Otro de los mecanismos de defensa hace que las personas a las que el sujeto ama, odia o teme, sean incorporadas simbólicamente dentro del ego y así éste asume el rol de esas personas. Es lo opuesto de la Proyección. 8) La persona se niega a reconocer factores que pueden llegar a perturbarla. 9) La persona justifica conductas que censuraría en otros. 10) A veces el sujeto retorna a patrones más infantiles de pensamiento para evadir simbólicamente un entorno hostil. 11) Toda crítica la puede tomar como agresión y modifica su conducta de modo que hasta puede alterarse de forma considerable. dramatización del Ego. Habla sobre lo que la persona dice y lo que en realidad quiere decir: -Solo Dios sabe lo que yo estoy pasando- más toda la gente a la que la persona le contó el problema... -No quisiera que ésto te pasara a tí- ojalá te pasara para que sufrieras lo que yo sufro... -¿A tí qué te importa? El que sufro soy yo- aunque tú no sufras, no te voy a dejar tranquilo, pues quiero compartir mi sufrimiento... Y así, infinidad de ejemplos. También quiero referirme al sentido de posesión que tiene la persona egoica: -Fijate, me vaciaste la azucarera- la persona que dramatiza, aparentemente, no consume azúcar... -Vamos a tener un hijo- la señora explica que la hija está embarazada... (¿O están embarazadas ambas?) -Me dejaste sola- le reclama la esposa al cónyugue que ha fallecido. Lamenta más su soledad que la muerte de la otra persona. La persona que tiene Ego siempre quiere ser protagonista, es absolutamente incapaz de ponerse en lugar del otro. Todo lo evalúa desde su exclusivo punto de vista y rechaza rotundamente cualquier otro punto de vista que no sea el suyo propio.

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